El fraile Odilón, de la abadía de Cluny, Francia, instaura este día como el Día de los Difuntos.
La elección del 2 de noviembre como Día de los Difuntos fue significativa, ya que siguió a la celebración de Todos los Santos el 1 de noviembre, un día dedicado a honrar a todos los santos y mártires.
En este sentido, el Día de los Difuntos servía como complemento, recordando no solo a los santos sino también a todas las almas de los fieles que aún necesitarían purificación antes de alcanzar el cielo.
Esta práctica reflejaba la influencia de la doctrina del purgatorio en el cristianismo medieval, que veía en la oración y en la penitencia medios para aliviar el sufrimiento de las almas de los difuntos.
Bajo la influencia de Cluny, uno de los centros monásticos más importantes de la Europa medieval, la conmemoración se difundió ampliamente y, finalmente, fue adoptada por la Iglesia Católica en general.
La instauración del Día de los Difuntos tuvo un gran impacto cultural, consolidando la creencia en la intercesión de los vivos por los muertos y contribuyendo al desarrollo de muchas tradiciones relacionadas con la muerte y el más allá en la Europa cristiana.
