Hoy, 19 de octubre, se conmemora el Día de la Pérdida Gestacional, una fecha que invita a reflexionar sobre un dolor a menudo invisible, pero muy real.
Las pérdidas gestacionales, esos pequeños seres que no llegaron a nacer, son parte de la historia de miles de familias.
En muchas ocasiones, este duelo se vive en silencio, sumergido en la intimidad de los hogares, sin reconocimiento ni consuelo.
Pero hoy, en esta fecha, queremos dar espacio a esas voces que muchas veces se pierden en el eco de lo no dicho.
La pérdida de un bebé durante el embarazo no es simplemente un momento de tristeza pasajera, es un luto profundo que desafía las palabras.
Cuando una mujer recibe la noticia de que espera un hijo, su corazón comienza a tejer sueños, imaginar futuros, sentir una conexión inquebrantable con ese ser que crece en su interior.
Cada eco, cada patadita, cada cambio en su cuerpo, es un recordatorio de esa vida que viene en camino.
Pero cuando todo se detiene abruptamente, cuando esos planos se desvanecen en un segundo, el mundo cambia.
Es un dolor que muchas veces es minimizado por la sociedad.
Se escucha: “Al menos no nació” o “Pronto tendrás otro”, como si ese pequeño ser fuera reemplazable.
Pero la verdad es que no lo es.

Cada embarazo, cada hijo deseado, ocupa un lugar único en el corazón de una madre y una familia.
La pérdida de un bebé, sin importar el tiempo que haya pasado en el vientre, es una herida que deja una cicatriz imborrable.
En un mundo donde muchas veces se nos empuja a seguir adelante rápidamente, a no mostrar debilidad, a ocultar las lágrimas, este día nos recuerda que es necesario detenerse, abrazar el dolor y permitirnos sentirlo.
sin importar cuán breve haya sido,
Porque cada vida,
merece ser recordada.
Este día no solo es un homenaje a esos bebés que partieron demasiado pronto, sino también a las madres, padres y familias que los lloran.
Es un reconocimiento a su duelo, a la valentía de continuar con una herida invisible, pero dolorosamente real.
La pérdida gestacional no solo duele el cuerpo, también el alma.
Y aunque la sociedad no siempre sabe cómo acompañar, es vital que comprendamos que este tipo de duelo merece respeto, escucha y apoyo.
A veces, el simple gesto de preguntar “¿Cómo te sientes?” puede abrir las puertas a una conversación sanadora.
Otras veces, el silencio compartido, el respeto por ese espacio de dolor, es el mayor regalo que se puede ofrecer.
Para aquellos que han experimentado una pérdida gestacional, sepan que no están solos.
Su dolor es válido, su bebé es recordado,
y sus lágrimas son una forma de amor.

A veces, la vida nos arrebata sueños y nos deja que cicatrices nunca desaparecen por completo, pero también nos muestra que, en la vulnerabilidad, encontramos fortaleza.
Hoy, encendemos una vela en memoria de esos pequeños seres que se fueron demasiado pronto.
Un faro de luz para iluminar ese rincón del corazón donde siempre estará.
Porque aunque sus cuerpos no llegaron a nacer, su existencia, por breve que haya sido, dejó una huella imborrable.
A todas las familias que viven este duelo, a todas las madres y padres que cargan con el peso del silencio, este día es para ustedes.
Que su dolor sea reconocido, que sus recuerdos sean abrazados y que sus corazones encuentren paz en la certeza de que ese amor, aunque breve, fue inmenso.
Hoy, recordamos a quienes no están.
Pero en ese recuerdo, celebramos el amor eterno que dejaron.
